El hecho de que Llívia sea un pueblo catalán enclavado en territorio francés llama mucho la atención. Resulta que esta localidad fue una de las que siguieron formando parte del Principado después del Tratado de los Pirineos (1659), a partir del cual España y Francia se repartieron los territorios de la Cataluña Norte. Pero más allá de esta particularidad histórica, este pueblo legendario tiene un rico patrimonio que deja boquiabierto a todo el que lo visita. Sus calles y plazas son de un tipismo exquisito; sus casas, de piedra, están bien arregladas y lucen flores en los balcones; y en sus establecimientos —ya sean pastelerías, restaurantes u obradores de embutidos— siempre te reciben con una sonrisa, dispuestos a ofrecerte lo mejor de cada casa.
Un paseo por el centro de la población nos lleva a la plaza mayor y, seguidamente, a la monumental iglesia gótica de la Mare de Déu dels Àngels, concebida como una fortificación, con dos torres gemelas y una bella fachada neoclásica. Solo por esta caminata ya valdría la pena viajar hasta Llívia, pero este pueblo esconde otra joya patrimonial, uno de los secretos mejor guardados de todos los Pirineos de Cataluña: la farmacia Esteva, una antigua botica convertida en museo que es el orgullo de sus habitantes.
Nada más atravesar la puerta de entrada al museo, situado justo delante de la iglesia de la Mare de Déu dels Àngels, comenzamos a maravillarnos con todo lo que vemos y escuchamos. Estamos en el interior de una antigua farmacia documentada desde el año 1594 que se considera la más antigua de Europa. A través de diversos paneles informativos y audiovisuales descubrimos que a principios del siglo xvii se hizo cargo de ella la familia Esteva, una saga que la mantuvo abierta durante siete generaciones, hasta que en 1926 el último farmacéutico la cerró. Sorprende la gran cantidad de objetos de la antigua farmacia que se conservan. Todo lo que vemos nos hace pensar que se trataba de un establecimiento importante en la época, y mientras hacemos la visita descubrimos que no íbamos equivocados y que, efectivamente, la farmacia tuvo un papel fundamental en una localidad, Llívia, que durante mucho tiempo fue capital de la Cerdanya, un territorio donde abundaban las hierbas medicinales. Paso a paso, descubrimos algunos de los tesoros del museo, como la colección de cajas renacentistas del siglo xvii —unos recipientes policromados, pintados con bustos de santos, de botánicos reputados o de personajes de la época, donde se guardaban las hierbas—, el armario barroco que preside el espacio, donde se conservaban las drogas y los extractos más fuertes, o los tarros de cerámica blancos y azules. Estos últimos, los azules, solo se pueden ver en la farmacia de Llívia. Definitivamente, ¡estamos en un lugar único en el mundo!
En el año 1659, Cataluña se quedó sin sus territorios del norte a causa del Tratado de los Pirineos, por el cual se cedían a Francia las comarcas del Rosselló, el Vallespir, el Conflent, el Capcir y la mitad de la Cerdanya. Llívia, sin embargo, continuó siendo catalana.