23 de septiembre de 1974. El sueño del genio Salvador Dalí se hizo realidad cuando se inauguró su teatro-museo en el corazón de la ciudad de Figueres. ¡Por fin podría mostrar en un solo lugar el grueso de su creación! Hoy, más de cuatro décadas después, su sueño sigue vivo y, más aun, tiene la capacidad de hacer vivir intensas experiencias oníricas a todo el que lo visita. Un paseo por los alrededores del edificio, antes de entrar, nos permite observar las ilusiones y proyecciones de las energías creativas del artista. En la plaza Gala-Salvador Dalí, en frente y al lado de la fachada del museo, encontramos representadas algunas de sus obsesiones: la ciencia —con el Homenaje a Newton situado en las escaleras que van hacia la calle de la Jonquera—; el arte académico —con las tres esculturas de Meissonier asentadas sobre pedestales de neumáticos—; el arte innovador —con la escultura Obelisco de la televisión coronada por un busto de Gala, obra de Wolf Vostell—; o el pensamiento catalán, con el monumento a Francesc Pujols y Ramon Llull delante de la fachada del museo. Damos una vuelta completa al edificio, observándolo con atención desde diferentes ángulos, y descubrimos los maniquíes dorados situados en la azotea y en las ventanas, y los huevos gigantes que coronan el edificio, que, según dicen, representan la leyenda de los hijos de Leda y el dios Zeus transformado en cisne, que nacieron de un huevo.
Una vez dentro, nos sentamos en uno de los bancos del patio central, un espacio a cielo abierto que fue la antigua platea del Teatro Municipal, y observamos tranquilamente cada uno de los objetos que decoran el lugar. Como la columna de neumáticos, con la barca de Gala y un paraguas negro encima, que forman lo que el artista denominaba el monumento surrealista más grande del mundo. O el Cadillac lluvioso, un taxi en el que además de los dos maniquíes del asiento trasero, viajan el chófer y un montón de caracoles de Borgoña. Si metemos una moneda por la ranura que encontramos en la rueda delantera derecha comienza a llover dentro del coche y el paraguas que corona la columna de neumáticos se abre y se cierra. Otros elementos, como la escultura de la reina Esther, de Ernst Fuchs, o los monstruos hechos con madera quemada que decoran las paredes, añaden un poco más de surrealismo al lugar. El Teatro-Museo Dalí contiene un gran número de obras que describen la trayectoria artística del pintor, desde sus primeras experiencias artísticas —impresionismo, futurismo o cubismo— y sus creaciones surrealistas hasta las obras de los últimos años de su vida.
En el escenario del museo, bajo la cúpula, se halla su tumba. Descubrimos que después de la muerte de Gala y el incendio en el castillo de Púbol que casi lo mata (Dalí se encerró allí durante una temporada, incapaz de superar la pérdida de Gala), se retiró a vivir a su museo, en una torre llamada Galatea, durante cinco años, cuidado por un grupo de enfermeros. En su lecho de muerte, en 1988, pidió ser enterrado bajo la cúpula geodésica que corona el museo. Sus restos aún descansan allí.
Impresionados, continuamos con la visita. De sala en sala vemos de cerca algunas de las obras más destacadas del pintor, como Galarina, Retrato de Pablo Picasso, Leda Atómica, La cesta de pan, Autorretrato blando con bacón frito, El espectro del sex-appeal, Galatea de las esferas o la impresionante Gala desnuda mirando el mar, una obra que, contemplada desde una distancia de 18 metros, se nos aparece completamente distinta, de modo que en lugar de a Gala vemos el rostro del presidente Lincoln. Se trata de una de las principales piezas que presentan el concepto tan daliniano de la doble imagen.
Durante la visita admiramos toda una serie de obras realizadas por el artista con la finalidad de ser expuestas de manera permanente en el museo, desde pinturas y esculturas hasta complejas instalaciones monumentales, como la sala Mae West (con una instalación que recrea un comedor con elementos que forman una cara) o la sala Palacio del Viento (con el gran óleo pintado en el techo). Todo ello nos hace pasar una tarde inmersos en el fabuloso mundo de los sueños dalinianos. Un placer.