Hubo un tiempo, en la Edad Media, en que en casi todas las ciudades catalanas vivía una comunidad judía agrupada dentro de los límites de una judería. De aquellos días quedan testimonios en algunas ciudades catalanas, como Barcelona y Girona, y también en Besalú, un pueblo encantador y pintoresco que siempre apetece visitar. Para entrar en el barrio judío de Besalú atravesamos el puente fortificado, un impresionante monumento de piedra que nos permite salvar el río Fluvià y trasladarnos en el espacio y en el tiempo hasta un pequeño universo medieval atrapado en las calles, plazas y edificios del casco antiguo. El famoso puente está formado por siete arcos desiguales que saltan de roca en roca buscando una mayor estabilidad.
Al otro lado del puente nos encontramos un conjunto de calles estrechas y empedradas. Es el barrio que antiguamente ocupó una de las comunidades judías más importantes del país. Paseando por él recordamos que, desde su llegada a la Península, el pueblo judío vivió momentos de reconocimiento y otros de persecución. Durante las épocas doradas pudieron conservar las prácticas religiosas y los templos y lugares de culto sin tener que convertirse. Por razones de comodidad, acostumbraban a vivir juntos, concentrados en torno a la sinagoga mayor. En Cataluña, el barrio judío se llamaba call, término que parece tener su origen en el latín callum (‘calle’). Paso a paso, imaginamos cómo debía de ser la vida en la época. Y sin darnos cuenta nos plantamos delante de la plaza de Els Jueus, muy cerca de la calle Tallaferro, uno de los más típicos. En esta recogida plaza descubrimos los baños judíos (la mikvé).
Gracias a las explicaciones del guía nos enteramos de que se trata del único recinto de baños judíos descubierto en la península ibérica hasta el 2014, cuando apareció otro en la vecina ciudad de Girona. Bajando unas escaleras descubrimos una sala subterránea de estilo románico, construida con piedra tallada, con una bóveda de cañón y una piscina que se llenaba de manera natural con agua de una fuente y que tenía la función de purificar el alma por medio de la inmersión total del cuerpo. Estos baños certifican la presencia de los judíos en la población y añaden una pieza única al valioso patrimonio arquitectónico y cultural de Besalú, formado por grandes edificios como el monasterio de Sant Pere, la iglesia de Sant Vicenç, el palacio de la Cúria Reial, el Hospital de Sant Julià y otros establecimientos curiosos, como el Museo de las Miniaturas o el del Embutido. Definitivamente, estamos en un lugar único en el mundo.